Desde que enviamos nuestra postulación a Ciencia Pública para la repartición de Fósiles del Cosmos para colegios municipales, a inicios de mayo, hasta que recibimos los resultados y aceptación a fines de agosto, se desplegó ante nosotros un laberinto de trámites burocráticos, pólizas y aseguradoras privadas que convirtieron la obtención de fondos estatales en una odisea incómoda y desalentadora.
Imagina ganarte un fondo después de que un grupo de expertos evalúa tu propuesta y decide que es meritoria. Suena bien, ¿verdad? Pero aquí es donde comienza el vaivén burocrático. El Estado, en un acto de desconfianza, exige garantías en forma de pólizas de seguro, compromisos financieros con bancos o pagarés en blanco ante notario. De repente, te encuentras en la posición de tener que demostrar tu valía no solo a través de tu proyecto, sino también comprometiéndote con entidades financieras y aseguradoras privadas.
Es un proceso innecesariamente complicado. Después de todo, los beneficiarios de estos fondos son sometidos a un escrutinio exhaustivo, con rendiciones de cuentas complejas que, en muchos casos, requieren contratar a expertos para su realización. ¿No debería la firma de un convenio ser suficiente para respaldar la confianza depositada por el Estado?
La ironía radica en que, tras ganar el fondo y ser considerado merecedor de la inversión estatal, te ves obligado a comprometerte con procesos incómodos y costosos. La exigencia de un pagaré en blanco ante notario y la entrega detallada de tu situación financiera a una compañía de seguros resulta desmedida y, en muchos casos, hasta invasiva. ¿Por qué este proceso se convierte en una suerte de venta del alma al diablo para poder seguir con tus estudios o proyectos?
La presión se incrementa al darse cuenta de que la renuncia a este proceso implica perder beneficios, y las becas ya no son tan accesibles. ¿Por qué las bases permiten que parte de los fondos estatales se destinen a pagar a compañías privadas de seguros? ¿No debería el proceso de rendición y presupuesto ser suficiente para demostrar la correcta utilización de los recursos?
La desconfianza institucional queda al descubierto cuando te das cuenta de que, para asegurar que cumplirás con tus compromisos, debes invertir una cantidad significativa de dinero en compañías que, francamente, no tienen un interés real en tu proyecto o en ti. Es como si el sistema dijera: “Te damos el fondo, pero no confiamos lo suficiente en que lo harás bien, así que nos aseguraremos con un pagaré en blanco ante notario o alguna garantía”.
Este proceso lleno de recelo agrega capas innecesarias de dificultad para quienes buscan contribuir al desarrollo del país a través de fondos estatales. Es hora de repensar estas prácticas, eliminar la burocracia excesiva y confiar en aquellos que han demostrado ser merecedores de la inversión pública. La ciencia y la educación merecen un camino más directo y menos engorroso hacia el progreso. Pagan justos por pecadores quienes no se han involucrado en problemáticas, quienes buscan el progreso científico e investigativo.